“Prevenir es mejor que curar”. Como lema parece que queda un poco corto, pero es sobre lo que se basa una parte importante de las políticas de salud y, más concretamente, de la medicina en la actualidad (y en su mirada hacía al futuro).

La prevención ha pasado de ser un abordaje específico en el ámbito de algunas enfermedades a ser un valor central en los discursos y la organización de los sistemas de salud. No obstante, la prevención no es un valor absoluto sin externalidades negativas, problemas de gestión del conocimiento o utilización del poder, sino que su popularización y expansión ha supuesto el incremento de los inconvenientes derivados de la gestión inadecuada del riesgo, la utilización a nivel poblacional de valores éticos desarrollados en el ámbito de la ética clínica individual y la medicalización de la vida diaria, más acusada con los nuevos paradigmas surgidos de la medicina post-genómica.

La medicina ha sido definida como el arte y la ciencia de prevenir y curar las enfermedades; en este contexto, la medicina tendría dos campos amplios de acción, uno de ellos se enfocaría en adelantarse a la aparición de las enfermedades y prevenir sus consecuencias. El otro, se enfocaría exclusivamente en las acciones médicas con el fin de curar la enfermedad. Podría parecer que los dos campos de acción del actuar médico son excluyentes entre sí, sin embargo, son complementarios. Cabe remarcar que lo que no se previene se debe curar y lo que no se cure puede generar secuelas, las cuales se deben prevenir. Por lo que el estudio de los factores que intervienen en el curso de las enfermedades y su prevención es parte fundamental del quehacer médico. Es importante fomentar la salud y evitar de antemano las enfermedades prevalentes, para ello se deben aplicar a individuos, grupos y colectividades las técnicas de la medicina preventiva. Estas acciones se articulan en tres niveles de prevención, tal como fue formulado originalmente en el modelo de Leavell y Clark. La prevención primaria consiste en establecer medidas con el fin de evitar la aparición de la enfermedad, mediante el control de los factores causales y los predisponentes o condicionantes. La prevención secundaria corresponde al periodo patogénico de la enfermedad, consiste en todas aquellas acciones dirigidas a diagnosticar y tratar precozmente al individuo y evitar la progresión a etapas de la enfermedad con mayor gravedad y daño orgánico funcional. La prevención terciaria corresponde a una etapa tardía del periodo patogénico, la enfermedad ha progresado generando secuelas y discapacidad, dicha prevención consiste en implementar medidas rehabilitadoras y tratamiento de enfermos para mejorar su calidad de vida o alargarla.
Jorgejesus4, CC BY-SA 3.0, vía Wikimedia Commons

La medicina no puede escapar de la ambivalencia del beneficio y perjuicio en todas sus acciones, toda decisión que un médico tome implica beneficios o perjuicios activos o potenciales, la anestesia le puede asegurar una cirugía sin dolor, pero también puede provocarle la muerte; cualquier tipo de medicación contribuye a alterar la evolución natural de la enfermedad, pero también trae consigo efectos secundarios. Ante la existencia de un daño potencial en toda acción médica, es importante recordar el principio de primum non nocere: “lo primero es no hacer daño”. Es necesario, por lo tanto, que todos seamos conscientes de lo que este principio implica para la práctica médica. No podemos perder de vista ni por un instante que siempre estamos ante una delgada línea que separa el bien y el mal. El médico no debe convertirse en el actor que empeore la evolución natural de la enfermedad con su intervención. Como no existe intervención médica libre de efectos adversos, incluidas las actividades preventivas, se debe evitar el inicio de intervenciones clínicas innecesarias; esto implica que el médico debe combinar ciencia y arte al servicio del paciente, teniendo en cuenta en todo momento la posibilidad de iatrogenia, pero tomando siempre las decisiones que sean más útiles para el paciente.

La definición de prevención cuaternaria (P4) fue hecha por el Dr. Marc Jamoulle, médico de familia y profesor de Medicina General en Bélgica, en cuyo concepto original planteó: “acción implementada para identificar a un paciente o a una población en riesgo de sobre medicalización, protegerlos de intervenciones médicas invasivas, y proponerles procedimientos de cuidados éticos y médicamente aceptables”. Ello se refiere al conjunto de actividades sanitarias que atenúan o evitan las consecuencias de las intervenciones innecesarias o excesivas del sistema sanitario.

La definición de la P4 emerge de la necesidad de reducir las acciones médicas innecesarias (AMI) en el sistema de salud y está compuesta por 3 principales dominios: el riesgo de la automedicación, la protección hacia los pacientes y las alternativas éticas sólidas. Este término fue acuñado por el médico belga Jamoulle en 1986 y posteriormente a su aceptación fue descrita como «las medidas adoptadas para la identificación de pacientes en riesgo de un exceso de medicación, para protegerlo de una nueva invasión médica, y sugerirle solo intervenciones éticamente aceptables».

La prevención cuaternaria corresponde tanto a la Atención Primaria como hospitalaria, pero es desde Atención Primaria donde más actos se realizan y con ello más capacidad de evitar daños. Los chequeos indiscriminados de “población sana” consumen recursos, dinero y tiempo, que podrían derivarse a otros usos más racionales. Es difícil trazar una línea equilibrada entre lo beneficioso y lo perjudicial. Los “excesos” de la práctica médica, abordan los cuatro pilares de la medicina moderna:
  1. la prevención, solo justificada si evitamos un daño futuro.
  2. las pruebas complementarias, que desembocan en cascadas de pruebas cada vez más agresivas con efectos negativos acumulativos a largo plazo.
  3. la farmacoterapia, sobre todo en ancianos llevando a la polifarmacia y al aumento de los efectos secundarios.
  4. la rehabilitación, perpetuando la sensación de enfermedad y de terapias no resolutivas interminables.

La Atención Primaria desempeña un papel importante en el momento de abordar el desafío de las AMI, en virtud de que es la puerta de entrada al sistema de salud, constituye el primer contacto y punto de partida para distinguir a los pacientes cuyos problemas pueden ser atendidos en el primer nivel de aquellos que requieren atención especializada.

Según la P4 de Tesser, es especialmente relevante en la Atención Primaria de la salud y la salud pública, por diversas razones: 
  • el trasfondo de mayor preocupación es el gran potencial de daño y medicalización de las acciones clínico-sanitarias.
  • las acciones preventivas en las personas asintomáticas, en la que un gran número de personas están expuestas a los posibles efectos adversos sin potenciales beneficios.
  • las acciones de prevención primaria como las vacunas, la reducción de los factores de riesgo y las acciones de prevención como el cribado de enfermedades.
  • la propagación de enfermedades convierte a las personas sanas en personas enfermas.

Se evita el daño obviando actividades innecesarias (p. ej., suprimiendo dosis redundantes de revacunación antitetánica). Se reduce el daño limitando el impacto perjudicial de alguna actuación (p. ej., empleando protectores tiroideos al hacer radiografías dentales). Se palia el daño reparando la salud deteriorada como consecuencia de una actividad médica (p. ej., pautando el abandono paulatino de benzodiacepinas en una adicción consecuente al tratamiento del insomnio). La prevención cuaternaria concierne igualmente a Atención Primaria y hospitalaria. Pero es en la primera donde más actos se realizan, por lo que el potencial de evitar daños es mayor, principalmente por el «efecto cascada» que conlleva el inicio de cualquier actividad por el médico de familia. En último término, la prevención cuaternaria es una cuestión social que interesa al conjunto de la población, a sanos y enfermos, especialmente en el actual contexto de creciente medicalización.

DO NOT DO

En el año 2007, el NICE (The National Institute for Health and Care Excellence) de Gran Bretaña comenzó la elaboración de un listado de prácticas habituales en los servicios de salud, que no tenían suficiente sustento científico y, por tanto, recomendando el no continuar con las mismas, conocido como el lema “Do Not Do” (no hacer o no lo hagas). Durante el proceso de desarrollo de las guías, los asesores independientes del NICE identifican prácticas clínicas que recomiendan suspender por completo o no utilizar de forma rutinaria.

CHOOSING WISELY

En el año 2011 se inició en EEUU por la National Physicians Alliance el proyecto llamado “Choosing Wisely” (elegir con prudencia), para que las sociedades científicas elaborasen un listado de recomendaciones dirigidas a promover el uso más eficaz de los recursos de salud, en cuanto a pruebas diagnósticas o tratamientos. Las primeras indicaciones consensuadas en atención primaria se publican en 2012, posteriormente se han ido añadiendo prácticamente todas las sociedades americanas, con más de 200 recomendaciones clínicas para mejorar la práctica clínica y evitar intervenciones innecesarias.

Las Asociaciones Médicas canadienses también han creado el proyecto Choosing Wisely Canadá, unos listados de ciertas prácticas, métodos diagnósticos y tratamientos habituales, que no se ajustan a la evidencia y que pueden ocasionar daños innecesarios y han elaborado unas recomendaciones sobre la no conveniencia en la elección de ciertos procedimientos o de diversos medicamentos en determinadas circunstancias.

COMPROMISO POR LA CALIDAD DE LAS SOCIEDADES CIENTÍFICAS EN ESPAÑA

El proyecto “Compromiso por la Calidad de las Sociedades Científicas en España” se inició en el mes de abril de 2013, se puso en marcha por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad en coordinación y como respuesta a una propuesta de la Sociedad Española de Medicina Interna (SEMI) para acordar recomendaciones de “no hacer” basadas en la evidencia científica. Actualmente, está coordinado por el Ministerio, la SEMI y el Instituto Aragonés de Ciencias de la Salud, en el que participan 48 sociedades científicas.

Con el objetivo principal de disminuir la utilización de intervenciones sanitarias innecesarias, entendiendo por innecesarias aquellas que no han demostrado eficacia, tienen efectividad escasa o dudosa, no son coste-efectivas o no son prioritarias. Como objetivos secundarios se han marcado: evitar la iatrogenia secundaria a la realización de intervenciones innecesarias, disminuir la variabilidad en la práctica clínica, contribuir a difundir entre los profesionales sanitarios el compromiso con la calidad y la eficiencia de los cuidados, y finalmente, contribuir a difundir entre la población la utilización adecuada de recursos sanitarios.

EN DEFINITIVA

La P4 no es una receta milagrosa, pero si un camino seguir. La reducción de prácticas inapropiadas requerirá tiempo, esfuerzo, organización y evaluación a lo largo del tiempo.

La buena práctica médica exige autonomía, conocimientos científicos sólidos actualizados, capacidad de comunicación, flexibilidad, independencia y resolución. Esto implica poner en el centro de la práctica al paciente y su bienestar; se debe saber que la elección preferencial será hacer el bien para el paciente, evitando cualquier daño que se le pueda ocasionar, incluso de manera involuntaria.

La prevención cuaternaria es una forma nueva para llamar al viejo principio de la medicina “lo primero es no hacer daño”, este concepto se refiere a todas aquellas valoraciones que se deben de hacer ante cualquier tipo de intervención diagnostica, terapéutica y preventiva. Esto tiene especial importancia en la población sana, en la cual la prevención será siempre la mejor herramienta, pero se debe siempre tener presente la P4.

Resulta importante mejorar la relación y comunicación médico-paciente con el propósito de mejorar las opciones terapéuticas y menos dañinas para todos los actores involucrados en el proceso de salud-enfermedad.

El problema de la sobre medicalización y el sobrediagnóstico ha rebasado los límites de las instituciones de salud, por esta razón es crucial impulsar la P4 en la suma de los intereses de «primero, no dañar» que permitirá retomar el cauce de la atención en salud más segura para el paciente. Hay que hacer hincapié que la P4 debe propiciar la reflexión de las acciones médicas en los profesionales y administradores de la salud y a los encargados de las políticas sanitarias.

Enfermero de Atención Primaria, Máster en Atención Prehospitalaria y Hospitalaria Urgente

BIBLIOGRAFÍA

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