por Andrew S. Cale

A principios de la década de 1920, un tratamiento para la diabetes, una de las enfermedades más antiguas del mundo, había eludido a la comunidad médica durante más de dos milenios. Sin embargo, la prolongada espera estaba a punto de llegar a su fin. En 1921, un equipo de investigación de la Universidad de Toronto aisló una nueva hormona de los perros. Esa hormona era la insulina, el regulador del cuerpo de los niveles de glucosa (azúcar) en sangre. Un año después, Eli Lilly, de Indianápolis, empezó a producir en masa insulina purificada para uso público, transformando la diabetes de una sentencia de muerte a una enfermedad crónica.  Aunque este descubrimiento, galardonado con el Premio Nobel, revolucionó la forma de tratar la diabetes, no fue una cura definitiva. Por el momento, la búsqueda para entender una de las enfermedades más antiguas del mundo continuó.

UNA EPIDEMIA CRECIENTE

Aunque la diabetes es una de las enfermedades más prevalentes del mundo, con 26,9 millones de personas diagnosticadas sólo en Estados Unidos (el 8,2% de la población), pocos ciudadanos entienden exactamente cómo se desarrolla la enfermedad. En pocas palabras, la diabetes se desarrolla cuando el cuerpo es incapaz de gestionar adecuadamente sus niveles de glucosa (azúcar) en sangre, lo que provoca un exceso de azúcar en la sangre. Normalmente, la glucosa en sangre está regulada por las células beta productoras de insulina que se encuentran en el páncreas, un órgano amarillo de 1,5 a 1,5 cm de largo con múltiples lóbulos situado detrás del estómago. Sin embargo, en los pacientes con diabetes, estas células beta pancreáticas pierden su capacidad de producir o reconocer la insulina, lo que hace que el cuerpo pierda su capacidad de gestionar su propia glucosa en sangre. En el caso de la diabetes de tipo I, las células beta productoras de insulina son destruidas por las propias células inmunitarias del organismo, impidiendo que éste produzca cantidades adecuadas de insulina. Esta forma se diagnostica con más frecuencia en niños y adultos jóvenes y actualmente no tiene ningún método conocido de prevención. La diabetes de tipo 2 se desarrolla cuando el organismo se vuelve insensible a la insulina después de que los niveles de glucosa en sangre se mantengan elevados de forma constante durante largos periodos de tiempo. Esta forma de diabetes comprende el 90-95% de los casos de diabetes y se diagnostica sobre todo en adultos, aunque los casos en niños y adultos jóvenes han aumentado considerablemente debido a los estilos de vida poco saludables. Ambas formas de diabetes se manifiestan con una serie de síntomas comunes, como hambre extrema, sed extrema, micción excesiva, agotamiento y visión borrosa. Si no se controlan, estos síntomas pueden conducir rápidamente a la muerte.

UN PASO DE GIGANTE

Antes del descubrimiento de la terapia con insulina, los tratamientos de la diabetes eran limitados y apenas servían para detener la progresión de la enfermedad. Al igual que en los tiempos modernos, los médicos prescribían dietas restringidas en calorías y azúcares y ejercicio para frenar la progresión de la enfermedad. Sin embargo, en el pasado, estas dietas restrictivas a menudo mantenían a los pacientes al borde de la inanición, permitiéndoles a veces tan sólo 450 calorías al día (como referencia, un solo sándwich de pollo de Chick-fil-A tiene 440 calorías). Este método de tratamiento era especialmente desgarrador para los pacientes jóvenes con diabetes de tipo 1, que necesitaban desesperadamente la nutrición para su crecimiento. Incluso cuando los pacientes con diabetes eran capaces de adherirse a estas estrictas dietas y sobrevivir a la inanición diaria, sus esfuerzos sólo prolongaban su austera vida por unos pocos años. Con la introducción de la insulina, los niveles de azúcar en la sangre y, por tanto, la diabetes, pudieron regularse más a fondo mediante un cuidadoso control de la glucosa e inyecciones regulares de insulina. Con el paso de los años, nuevos avances como las bombas de insulina automatizadas han facilitado aún más la administración y regulación de la insulina, pero el principio subyacente sigue siendo el mismo.

SIGUIENDO SUS PASOS

Ahora, cuando se acerca el centenario de la terapia con insulina, la Dra. Teresa Mastracci se esfuerza por lograr avances similares con su propia investigación. Mientras obtenía su doctorado en la Universidad de Toronto, Mastracci desarrolló su pasión por la investigación científica relacionada con la biología del desarrollo, el cáncer y la diabetes, lo que la llevó a realizar estudios posdoctorales en la Universidad de Columbia y en el Centro Naomi Berrie para la Investigación de la Diabetes en Nueva York. En busca de una comunidad de investigación en la que pudiera establecer su laboratorio independiente, Mastracci se sintió atraída por la Universidad de Indiana - Purdue University Indianapolis y la Facultad de Medicina de la Universidad de Indiana.

En la actualidad, la Dra. Mastracci es profesora adjunta de Biología y profesora adjunta de Bioquímica y Biología Molecular, y su laboratorio investiga cómo se forman los órganos con la esperanza de que esto permita comprender cómo se pueden revivir o sustituir los órganos no funcionales. Más concretamente, el laboratorio de Mastracci busca restaurar las células beta productoras de insulina que se pierden en el páncreas de las personas con diabetes. Para llevar a cabo su investigación, el laboratorio de Mastracci realiza experimentos con modelos animales como ratones y peces cebra. En un estudio publicado recientemente, el laboratorio de Mastracci descubrió que un fármaco aprobado por la FDA conocido como difluorometilornitina (DFMO) fomentaba el rebrote de células beta en el pez cebra.

Sin embargo, Mastracci advirtió que revivir las células beta moribundas y restaurar sus funciones de insulina en pacientes con diabetes, un proceso conocido como regeneración celular, es más fácil de decir que de hacer. A diferencia de la representación sensacionalista que se hace en medios de comunicación populares como Anatomía de Grey, la regeneración celular requerirá mucho tiempo e investigación para comprenderla plenamente y convertirla en un tratamiento seguro y eficaz de la diabetes. Aunque el camino desde los prometedores resultados preliminares hasta la eficacia terapéutica requerirá algo más que este único estudio, la investigación de Mastracci puede aportar interesantes conocimientos sobre la regeneración celular como tratamiento de la diabetes.

Los descubrimientos no se producen de forma aislada, sino que se derivan de trabajos anteriores

LOS QUE VIENEN ANTES Y DESPUÉS

Al hablar de los avances en la investigación y los tratamientos de la diabetes, Mastracci señaló que "los descubrimientos no se producen de forma aislada, sino que se derivan de trabajos anteriores". Todo avance en la investigación se basa tanto en los éxitos como en los fracasos de los científicos que vinieron antes. En este sentido, Mastracci es una gran defensora de la comunicación y la divulgación científicas, especialmente entre los alumnos de primaria y secundaria. En su opinión, estos estudiantes representan el futuro de la ciencia y puede que un día recojan la antorcha y continúen su trabajo en el campo de la investigación de la diabetes. En sus visitas a las escuelas, Mastracci lleva herramientas científicas de su laboratorio para ayudar a explicar cómo se realizan los experimentos. Despertar el interés de los alumnos de esta manera e introducirlos en el campo es una de las experiencias más gratificantes para Mastracci y le hace volver a interactuar con los estudiantes una y otra vez.

Las actividades de divulgación de Mastracci no se limitan al laboratorio o al aula. Como parte de su trabajo con la Fundación para la Investigación de la Diabetes Juvenil (JDRF), una organización sin ánimo de lucro dedicada a la financiación de la investigación de la diabetes de tipo I y al servicio de los afectados por esta enfermedad, Mastracci participa a menudo en eventos de recaudación de fondos, como el Paseo de la JDRF para curar la diabetes. En estos eventos, Mastracci y otros investigadores, médicos, pacientes y familiares se ponen el casco y las zapatillas de ciclismo para recaudar fondos para la investigación de la diabetes de tipo I.

Aunque Mastracci y otros investigadores como ella están logrando importantes avances en la comprensión de la progresión y el tratamiento de la diabetes, todavía queda mucho trabajo por hacer. Si quiere saber más sobre la investigación de Mastracci sobre la diabetes, puede leer sus publicaciones aquí. Si esta es una causa que le interesa apoyar, puede donar aquí a una de las organizaciones sin ánimo de lucro que financian la investigación crítica de la diabetes.

Artículo publicado originalmente en PLOS

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