Investigadores de Dinamarca han detectado una asociación entre el tiempo
dedicado al ocio con dispositivos electrónicos y diversas alteraciones
metabólicas que podrían anticipar problemas cardiovasculares. El estudio
también ha identificado una huella biológica en sangre vinculada a este
hábito
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Pasar muchas horas pegado a pantallas durante la infancia y la adolescencia
podría contribuir al desarrollo de problemas metabólicos y cardiovasculares
en el futuro. Así lo sugiere un estudio publicado en Journal of the American
Heart Association, que ha analizado datos de dos grupos de niños y
adolescentes seguidos desde su nacimiento en Dinamarca.
El trabajo concluye que el tiempo de ocio con dispositivos se asocia con un
mayor riesgo cardiometabólico desde edades tempranas. Este incluye factores
como hipertensión, colesterol elevado, resistencia a la insulina o una mayor
circunferencia de cintura.
Limitar el tiempo de pantalla durante la infancia y la adolescencia podría proteger la salud cardíaca y metabólica a largo plazoDavid Horner (Universidad de Copenhague)
“Limitar el tiempo de pantalla durante la infancia y la adolescencia podría
proteger la salud cardíaca y metabólica a largo plazo”, señala David Horner,
investigador del centro COPSAC en la Universidad de Copenhague y líder del
trabajo. “Nuestro estudio ofrece pruebas de que esta relación empieza muy
pronto y subraya la importancia de tener rutinas diarias equilibradas”.
Según comenta Horner a SINC su interés en esta investigación parte de un
enfoque amplio sobre los factores relacionados con el estilo de vida en las
primeras etapas de la vida, como la alimentación, el sueño y la actividad
física, que pueden influir en la salud a largo plazo.
“Durante mi trabajo clínico con niños, observé cómo las enfermedades
cardiometabólicas suelen tener su origen en patrones que se forman durante
la infancia. El tiempo frente a la pantalla se destacó como un
comportamiento moderno y generalizado que podría influir en la salud, no
solo por la inactividad, sino también por otros factores como el estrés o la
alteración del sueño”, explica.
Este estudio, prosigue, “nos permitió examinar estas relaciones con datos
detallados y a largo plazo de dos cohortes de nacimiento danesas bien
caracterizadas”.
SEGUIMIENTO DE MÁS DE MIL NIÑOS
La investigación se basó en datos de más de 1 000 niños y adolescentes de
estas dos cohortes fueron seguidos durante años. El equipo analizó el tiempo
de pantalla declarado por los padres o los propios participantes a los 6 y
10 años en un grupo, y a los 18 en el otro. La media diaria aumentó de 2 a
3,2 horas entre los 6 y los 10 años, y se situó en 6,1 horas a los 18 años.
Los autores desarrollaron una puntuación compuesta a partir de cinco
parámetros: cintura, presión arterial, colesterol HDL, triglicéridos y
glucosa. Cada hora adicional de pantalla se asoció con un aumento del
riesgo: 0,08 desviaciones estándar en niños de 10 años y 0,13 en
adolescentes. “Esto significa que un niño con tres horas más al día
tendría entre un cuarto y media desviación estándar más de riesgo que sus
compañeros”, explica Horner.
“Es un cambio pequeño por hora, pero cuando el tiempo total alcanza tres,
cinco o incluso seis horas al día, como vimos en muchos adolescentes, el
efecto se acumula”, advierte. “Multiplicado por toda una población
infantil, representa un desplazamiento significativo en el riesgo
cardiometabólico que podría mantenerse en la edad adulta”.
El estudio exploró también los mecanismos que podrían explicar esta
relación, y uno de ellos fue el sueño. Los análisis mostraron que tanto la
duración como el horario de descanso influían en el efecto del tiempo de
pantalla: quienes dormían menos horas o se acostaban más tarde presentaban
un riesgo mayor.
“En la infancia, la duración del sueño no solo moderaba esta relación,
sino que también explicaba parte del vínculo: aproximadamente el 12 % de
la asociación entre tiempo de pantalla y riesgo cardiometabólico se debía
a un sueño más corto”, señala el investigador danés.
HUELLA METABÓLICA
Además, el equipo identificó un conjunto específico de metabolitos en
sangre que se asociaba con el uso de dispositivos electrónicos, una
especie de huella metabólica.
“Encontramos un patrón distintivo de metabolitos que se relacionaba de
forma consistente con un mayor uso de pantallas tanto en la infancia como
en la adolescencia”, indica Horner. “Esto sugiere que este hábito puede
dejar un rastro biológico medible, que refleje cambios en el metabolismo
incluso antes de que aparezcan síntomas de enfermedad”.
Este hábito puede dejar un rastro biológico medible, que refleje cambios en el metabolismo incluso antes de que aparezcan síntomas de enfermedadDavid Horner
Según el autor, estas huellas podrían convertirse en el futuro en
herramientas de alerta temprana en la atención pediátrica para detectar de
forma precoz a los niños en riesgo, antes de que se manifiesten factores
clínicos más evidentes.
“Estamos utilizando estos datos también para evaluar si hay una asociación
entre el tiempo de pantalla y el riesgo cardiovascular futuro: los
resultados han mostrado una evolución ascendente en la infancia y una
asociación significativa en la adolescencia”, indica.
LA IMPORTANCIA DEL SUEÑO
En cuanto a las recomendaciones, Horner propone centrarse en el sueño como
punto de partida para mejorar los hábitos digitales. “Un enfoque práctico
sería proteger la hora de acostarse, adelantar el uso de pantallas a primera
hora del día y reservar momentos sin dispositivos, como las comidas, para
fomentar el equilibrio”, dice. “Los pequeños cambios consistentes pueden
traducirse en beneficios acumulados para la salud”.
Actualmente, el equipo sigue a los niños desde los 10 hasta los 13 años y,
a diferencia de los primeros análisis, utiliza datos objetivos obtenidos
directamente de sus teléfonos para conocer con mayor precisión sus
patrones de uso.
“Esta perspectiva a largo plazo es esencial para pasar de observar
asociaciones a identificar estrategias preventivas eficaces”, apunta
Horner.
Aunque se trata de un estudio observacional, los resultados se suman a la
evidencia creciente de que los comportamientos digitales pueden influir en
la salud metabólica. La American Heart Association ya advirtió en 2023 que
solo el 29 % de los jóvenes estadounidenses de entre 2 y 19 años tenía una
salud cardiometabólica favorable, y que el riesgo está aumentando cada vez
a edades más tempranas. Este nuevo estudio da pistas sobre uno de los
factores que podrían estar detrás de esa tendencia.
Referencia:
David Horner et al.“Screen Time is Associated with Cardiometabolic and
Cardiovascular Disease Risk in Childhood and Adolescence”. Journal of the
American Heart Association (2025)
Artículo publicado originalmente en SINC
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